Argentina es esquiva para la industria semillera. El 70% de lo que se siembra en soja y el 40% del trigo proviene del mercado negro o el llamado uso propio. Hay firmas que se fueron y se perdió tecnología de punta. Esta inédita alianza busca revertirlo.
En vez de disputarse pedazos de un negocio, dos firmas de EE.UU, otra de Argentina y una más de China concretaron una alianza impensada para el cultivo de soja. Desembarcan con una tecnología que desarrollaron las estadounidenses Corteva y Stine y que completan la local Don Mario y Syngenta de capitales chinos.
Se trata del evento biotecnológico que bautizaron Enlist que aporta resistencia a dos herbicidas, el glifosato y el glufosinato de amonio en un único apilado molecular. Genera un nuevo estándar en el control de malezas y en los rendimientos que se pueden alcanzar. Hay otras semilleras que también lo aplican en el maíz.
Es toda una apuesta en una Argentina donde el 70% de la semilla que se planta en soja y el 40% de la que se utiliza en trigo no son fiscalizadas y provienen o del mercado negro o del uso propio. Así las cosas, la tecnología de punta en semillas pasa de largo.
Tecnología que pasó de largo
El último ejemplo fue Bayer que decidió hacerse más fuerte en Brasil con semillas con una doble resistencia, al herbicida y a los insectos. De allí, la importancia de esta alianza en un mercado esquivo.
Tal vez para ordenar este sector, Obdulio San Martin, ex Don Mario y convocado por el ministro Julián Domínguez al frente del estratégico Instituto Nacional de Semillas (Inase) ha decidido usar la lapicera. Esto es utilizar marcadores moleculares, imágenes satelitales, inteligencia artificial, PCR o tiras reactivas para verificar las declaraciones juradas de los productores en el uso de la semilla certificada.
Arranca en siete cultivos: soja, trigo, algodón, arroz, arveja, maní y cebada. Aseguran que no habrá penalidades y que buscan alentar el reconocimiento de la propiedad intelectual. En Uruguay, por ejemplo, a nadie se le ocurre sembrar semilla del mercado negro. En parte, porque se puede descontar de Ganancias hasta el 150% de lo que se pagó por esa semilla. Esa posibilidad parece lejana en Argentina actual.
Por cierto, con Ucrania en guerra, esa planicie agrícola que es la Pergamino o el Corn Belt europeo, dejó de proveer cereales y semillas al mundo. En ese dramático escenario durante el último congreso internacional de semilleros que se realizó en Barcelona y en el próximo encuentro agendado en Nairobi, Argentina asoma como un proveedor confiable por su tradición en mejoramiento genético y la excelencia en la calidad de las semillas.
El país ya exporta por US$ 400 millones en este rubro. En contra estación envía híbridos de maíz y variedades de soja a EE.UU. y Europa, además de los países vecinos. Otra fuente de divisas son los embarques de semillas de alfalfa y distintas pasturas a países árabes y China.
La líder es Satus Ager, fundada por el politólogo Félix Lanusse junto a tres amigos a la que se unió el fondo Victoria Capital, el mismo que posee el grupo Los Grobo. Satus Ager se acaba de sumar a Richmond de EE.UU. que la transformó en una número uno con plantas en Argentina, Chile, Brasil, México, España y EE.UU. Don Mario también suele exportarles semillas de soja. Y existen embarques de especialidades como el maíz pisingallo de la firma Basso.
Las semillas son el primer indicador de cómo viene la campaña agrícola. Alfredo Paseyro, CEO de la Asociación de Semilleros Argentinos, menciona que hubo menor requerimiento en trigo por la combinación de una cotización internacional que regresó a los niveles pre guerra y la sequía en algunas regiones.
Campaña con sorpresas
“Hay mayores ventas de cebada y de híbridos de maíz con tecnología de punta que garantizan rindes. La sorpresa son el sorgo y el girasol”, dice Paseyro. Por ese nivel de demanda, que muchos califican de excepcional, el Inase habilitó a las empresas la importación de semillas en el caso del girasol.