Quiénes son los integrantes del kirchnerismo que se movilizaron para protestar por el “derecho al agua” que nadie se robó.
No había problemas con el Lago Escondido. No había problemas porque nadie lo conocía. Lo habitaba una familia de apellido Montero. Gauchos de las montañas. Tenían unas vacas y algo más: después de tantos años, el derecho a titularizar las tierras donde vivían. Eso fue lo que hicieron y en 1992 le vendieron las 14 mil hectáreas a un magnate global: el británico Joe Lewis.
Esa compra le dio fama al espejo de agua. La historia es bien conocida. Ya todos saben quién es Lewis. Ya todos saben cómo compró lo que compró. Se sabe, además, que nadie tiene vedado el acceso a las costas del paraíso. Si se pide el permiso correspondiente, se llega utilizando el camino de Lewis. Pero hay variantes, por caminos rurales alternativos.
Cuando no hay barullo ideológico, no hay ningún problema con nadie en esa zona. Existe una armonía entre vecinos. “Nadie molesta a nadie -dice Jesús Montero, de la familia Montero vendedora, poblador de la región-. Pero ocurre que el vaso se va llenando y la paciencia se va acabando y estos tipos no pueden venir así porque sí a romper todo”.
Montero se refiere a la calma que se tensa una vez por año, cuando un puñado de agrupaciones se lanza a reclamar el “derecho al agua”. La proclama parece loable: defender el agua de los argentinos. Se mezcla con la palabra soberanía y “la cuestión Malvinas” y en ese berenjenal se configura la idea de que Lewis está detrás de todo. Así, sin pruebas, sin nada, pero con un énfasis que convierte a la protesta en noticia.
La gobernadora de Río Negro, Arabela Carreras, define el caso como de fuerte sesgo ideológico. No hay nada más que una falsa creencia, motorizada por referentes de la izquierda y el kirchnerismo. Detrás de la última marcha, el paisaje de organizadores es variopinto. El viernes comenzaron a caminar, en dos columnas, una por el encadenado de lagos de altura, los laguitos y el lago Soberanía, que son parte de la cuenca del Escondido, y la otra por el camino de Tacuifí, que parte desde El Foyel.
Serían unas cien personas, encabezadas por el dirigente de la CTA Alfredo “El vikingo” Meyer”, por el ex dirigente montonero, Julio César Urien, y por el legislador del Frente de Todos, Facundo Montesino Odarda. Este último es, además, el hijo de Magdalena Odarda, la titular del Instituto de Asuntos Indígenas, que no consigue resolver los conflictos por la tierra, sino que más bien los aviva.
De Julio César Urien hay que decir que se presenta ahora, a los 72 años, como titular de la Fundación Interactiva para Promover la Cultura del Agua (FIPCA). Vive en Bariloche. Fue militar, compañero de promoción de Alfredo Astiz. La historia lo recuerda como uno de los integrantes de la sublevación de la ESMA, encarnada por militares afines a Perón. Por esa escisión terminó integrando las filas de Montoneros, después de ser apresado por la Triple A. Lo reivindicó en 2006 Néstor Kirchner, reincorporándolo a la Armada en situación de retiro. Hoy es un vehemente anti Lewis, vinculado a la APDH y al secretario de Derechos Humanos, Horacio Pietragalla.
Los manifestantes caminaron lo que pudieron hasta que se toparon con los vecinos de la zona. Los gauchos que ya no los quieren ni ver. Hasta ahí llegaron. Algunos hasta el lago Soberanía. Otros hasta una zona cercana a El Foyel. Los manifestantes denunciaron que “guardias armados de Lewis” los habían agredido y no los dejaron pasar. Presentaron un habeas corpus que la Justicia rechazó de inmediato porque se pudo probar que nadie los había agredido. Al cabo de un rato se los vio caminando de vuelta, masticando la bronca de no poder lograr el cometido.
“Ocurrió que les dijimos que se fueran. Que se iba a pudrir todo –dice Montero a Clarín-, ya no queremos que vengan a romper la paz. Ni Lewis ni nadie molesta a nadie en esta zona. Vivimos de lo que producimos y cuidamos la naturaleza, y por supuesto los lagos y el agua. Acá nadie está poniendo en peligro ninguna soberanía”.
Lo que estuvo en peligro, en todo caso, fue la paz recurrente en esa zona, donde la convivencia con Lewis es pacífica y total. Lago Escondido es el mayor empleador de la región. Las comunidades vecinas están involucradas en una cotidianeidad que conoce de confianzas e intercambios, con celebraciones y encuentros frecuentes. No hay cucos. Hay mitos.
Los mitos los alientan personajes como el médico sanitarista Jorge Rachid. Es el mismo que decía que Pfizer quería los glaciares a cambio de vacunas. Asesor de Kiciloff, Rachid fue parte de la caravana. Se calzó las botas e intentó hacer trekking hasta el lago. Pero tampoco llegó y debió pegar la vuelta, mascullando sus ideas cuesta abajo.