La climatóloga argentina Inés Camilloni, miembro de la comisión de ética de la UNESCO, detalló a Infobae en qué consisten esas estrategias, sus riesgos y beneficios. Qué podría ocurrir en Argentina si se aplicara
El Acuerdo de París marcó un hito en el proceso multilateral sobre el cambio climático porque, por primera vez, 196 países firmaron un acuerdo vinculante para unir esfuerzos con el objetivo de combatir el calentamiento global y adaptarse a sus efectos. Según el documento firmado en la capital francesa en 2015 durante la COP21, las naciones se comprometieron a limitar los gases de efecto invernadero para impedir que, para 2050, la temperatura supere un aumento de 1,5°C en comparación con los niveles preindustriales.
La mala noticia es que, según los estudios científicos, el objetivo está lejos de poder ser cumplido, ya que limitar el calentamiento a 1,5ºC exigirá descarbonizar un 15,2% al año a nivel global, según el índice Net Zero Economy Index 2022, de PwC, pero en 2021 las descarbonización apenas avanzó un 0,5%, lo que representa el nivel más bajo de los diez últimos años.
Un estudio presentado esta semana por la ONU en el marco de la cumbre del clima COP27 que se lleva adelante en Egipto, relevó las condiciones climáticas del planeta Tierra en los últimos 8 años y mostró, por ejemplo, que las temperaturas fueron las más cálidas de los últimos tiempos debido a los gases de efecto invernadero y a su concentración, que va en constante aumento. “Cuanto mayor es el calentamiento, peores son los impactos”, lamentó Petter Taalas, jefe de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) dependiente de la ONU.
En segundo término, Taalas agregó: “Tenemos niveles tan altos de dióxido de carbono en la atmósfera ahora que los 1,5°C más bajos del Acuerdo de París apenas están al alcance. Ya es demasiado tarde para muchos glaciares y el derretimiento continuará durante cientos o miles de años con importantes implicaciones para la seguridad del agua”. El informe realizado por la ONU menciona “eventos climáticos preocupantes que tienen lugar en un contexto de niveles récord de dióxido de carbono, metano y óxido nitroso, los tres principales gases de efecto invernadero que contribuyen al calentamiento global, que actualmente se estiman en alrededor de 1,15°C por encima de los niveles preindustriales”.
Mientras los países no terminan de aplicar las estrategias necesarias para evitar una catástrofe climática, los científicos insisten en que se encaucen las acciones y, al mismo tiempo, ya hace varios años que trabajan en la elaboración de tecnologías que permitan modificar lo que hoy aparece como un desenlace anunciado.
La geoingeniería es la rama científica que está indagando, con avances significativos, si es posible una intervención deliberada en el clima para contrarrestar los efectos del cambio climático a través de soluciones tecnológicas.
Inés Camilloni, doctora en Ciencias de la Atmósfera de la Universidad de Buenos Aires (UBA) e investigadora del CONICET, explicó a Infobae que “bajar la temperatura del planeta es la estrategia de la geoingeniería”, pero advirtió sobre los dilemas éticos que deberán evaluarse antes de adoptar una decisión de este tipo. “¿Tenemos derecho a intervenir? Si intervenimos, ¿qué pasará con algunas regiones en las que habría consecuencias beneficiosas, mientras en otras regiones podría haber efectos desfavorables?”, describió para ilustrar las dudas en torno de avanzar por ese camino. También “hay un debate muy grande acerca de la implementación de estas tecnologías. Si se realiza con un sistema de gobernanza, ¿quién decide si se usa, cómo se usa y cuándo se usa?”, dijo.
Camilloni fue nombrada en octubre último como miembro por un período de cuatro años de la Comisión Mundial de Ética del Conocimiento Científico y la Tecnología (COMEST, por sus siglas en inglés) de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). Se convirtió así en la única Argentina designada en esta oportunidad y en la segunda desde la creación de este órgano.
Este tipo de tecnologías destinadas a bajar la temperatura del planeta, “están bastante desarrolladas, en la primera etapa tiene que ver con el modelado, con la simulación a través de modelos computacionales y eso ya se viene haciendo desde hace muchos años y sigue progresando”, aseguró. Respecto de los métodos para lograr ese descenso necesario de la temperatura, agregó que “hay experimentos diseñados para implementar una de las estrategias de impacto global, que es incorporar pequeñas partículas, que llamamos aerosoles, en la estratosfera para que, desde ahí, reflejen más energía del Sol hacia el espacio y eso bajaría la temperatura. Hay experimentos para ver cómo sería ese procedimiento de lanzamiento, qué sustancias habría que lanzar”.
Para graficar el método, explicó que sería similar al “efecto de una erupción volcánica, cuando se incorporan las cenizas de un volcán en la atmósfera, eso termina generando de alguna forma un oscurecimiento de la atmósfera y baja la temperatura. Esta estrategia busca replicar eso. Son experimentos que ya están diseñados”, afirmó.
También se está estudiando la manera en que serían lanzadas esas partículas “dónde lo harían y la forma operativa de esa estrategia si se llagara a usar. Se llevaría a cabo con aviones que vuelen hasta la estratósfera, que ya están siendo diseñados en Estados Unidos, que es el país que está más avanzado en esta tecnología”, reveló. Estos avances, dijo, se encuentran “en un estado que se supone que en los próximos 10 a 15 años, como mucho, ya podrían usarse en forma operativa, aunque tal vez antes porque la tecnología va avanzando rápido”.
Estas técnicas de avanzada “bajarían la temperatura del planeta, harían que las olas de calor sean menos severas y frecuentes, pero afectaría el ciclo del agua y eso haría que en algunos lugares tienda a llover más y en otros menos y eso podría generar dificultades en aquellas regiones que ya son zonas más secas o semiáridas, ya que se podría incrementar el riesgo de sequías o de acceso al agua dulce”, reconoció.
La “clave de la discusión”, dijo, es “comparar el riesgo de un mundo con cambio climático, versus el riesgo de un mundo en el que se usan las geoingenierías y, si ese riesgo en términos globales con geoingenierías, es menor que el que está imponiendo el cambio climático” porque “si uno sabe con anticipación cuáles serían esas consecuencias podría evaluar estrategias de adaptación a los impactos desfavorables”.
Otro punto del debate, aseguró, es quiénes adoptarán la decisión y el control: “cómo debería ser el sistema de gobernanza global, en qué marcos, si dentro de Naciones Unidas, si en otra organización que ya existe o aún no existe. Los científicos que trabajamos en este tema pensamos que necesariamente tiene que existir ese sistema de gobernanza global porque los riesgos y las tensiones que podrían aparecer si un país o un grupo de países o una empresa privada decide unilateralmente su uso podría ser muy grande”.
El lanzamiento de determinados aerosoles a la atmósfera para generar el descenso de la temperatura a nivel planetario, es una de las tecnologías que están siendo estudiada, pero otras de alcance local, ya están en uso. “Hay otras estrategias que impacto regional que tienen que ver con hacer las nubes más blancas, más reflexivas y eso ya se está usando”. Australia, puso como ejemplo, “lo estuvo utilizando para bajar la temperatura sobre el océano para proteger los arrecifes de coral”.
Los riesgos para Argentina
Camilloni al poner ejemplos concretos de qué podría ocurrir con una intervención deliberada para bajar la temperatura del planeta se refirió a la Argentina. “Nosotros miramos específicamente qué pasarían en los grandes ríos, en el río Paraná en el río Uruguay, que dependen de las lluvias. Una de las cuestiones que vimos es que en esta región tendería a llover un poco más, lo que haría que los ríos tengan un poco más de caudal, es decir que los caudales mínimos no serían tan mínimos, lo que sería bueno, porque podríamos no tener la sequías tan severas que tuvimos estos últimos dos años, pero en esa misma región habría también un efecto contrario, que sería que los caudales altos sean más altos, entonces, eso aumentaría el riesgo de inundaciones”.
Esto significa que la intervención en el clima de la geoingeniería causaría “también que en una misma región puedan imponerse cuestiones beneficiosas y cuestiones que serían perjudiciales”. Por lo tanto, en caso de que se usara debería planearse “a qué deberíamos adaptarnos: tenemos que adaptarnos a caudales que puedan ser cada vez más altos y ver si podemos hacer algo cuando hay un caudal extremo para evitar inundaciones y los daños que eso podría traer asociados. O si, como el riesgo es tan alto, el criterio es decir, ‘no, esto no lo usamos’”.
Camilloni dialogó con Infobae, mientras en el balneario egipcio de Sharm El Sheikh se lleva adelante la cumbre del clima COP27. Una de las novedades que trajo el debate en torno del calentamiento global es la introducción en la agenda del financiamiento de los daños del cambio climático, algo que está contemplado desde hace varios años a fin de que los países industrializados —los que más contaminan— aporten dinero para la recuperación de los perjuicios que están sufriendo las naciones más vulnerables.
La experta, quien viajó a Egipto, remarcó que “con que el tema solamente esté en la agenda, no alcanza, esperemos que haya alguna resolución y que esa resolución además se cumpla, que tiene que ver con la movilización de fondos entre países responsables y países que sufren los daños”.