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La Cancillería revolucionada: peleas, pedidos y rosca política para irse al exterior antes del cambio de Gobierno

Los diplomáticos presionan para mejorar sus posiciones de cara al recambio político. Los movimientos de la oposición y los cambios de último momento.

El 27 de febrero último, Santiago Cafiero, cumplió con la reapertura de la embajada argentina en Dacca, Bangladesh.

Se lo había propuesto a la par de dos hechos simultáneos: el inédito furor futbolero de los bangladesíes por la Selección Nacional argentina durante el Mundial de Fútbol de Qatar, y el sucesivo aumento de las exportaciones a ese destino asiático.

Lo curioso de los acontecimientos es que los mismos diplomáticos se muestran más interesados en la rosca interna de cara las elecciones de 2023, que ya se desató, que en una nueva embajada como la de Bangladesh.

Para la embajada “mimada” de Cafiero, la de Bangladesh, se anotó el ministro de segunda clase, Marcelo Cesa, actual director del Programa de Generación y Análisis de Información Comercial del Ministerio de Relaciones Exteriores. Ningún embajador oficialista ni opositor quiso el puesto, que suele ser visto como una oportunidad de crecimiento en la carrera diplomática.

El Ministerio de Relaciones Exteriores es uno de los espacios en los que la política juega fuerte con funcionarios de carrera, la mayoría desconocidos, pero que fijan la balanza para uno u otro gobierno.

Los destinos en el exterior son los más apetecibles. Si son en capitales europeas o en potencias occidentales y cercanos en América Latina, mejor.

Igualmente a los diplomáticos les queda lo que los Gobiernos les dejan,  después de entregar puestos a políticos para ciertas embajadas, estratégicas o no.

La carrera por salir al exterior ya empezó. Los sueldos para los funcionarios que trabajan en el exterior que paga el Estado son muy apetecibles: van de los 9.000 a los 12.000 dólares. Y en algunos casos, cuando se trata de un cargo de embajador, llega a los 20.000 dólares mensuales.

Además, tienen todos los gastos pagos: se incluye vivienda, transporte (en autos con chofer) y comida. Además, se incluyen los traslados completos a ese país y el posible regreso que no baja de los 50.000 dólares por mudanza.

Los diplomáticos con puestos destacados hoy afirman que los opositores piden pista, pensando que si cambia el gobierno volverá su momento.

A diferencia de las cancillerías de Cristina Kirchner y Mauricio Macri, Cafiero se anticipó y empezó a hacer los cambios antes de que las elecciones primarias inclinen la balanza para un lado u otro en materia de traslado. La ex presidenta hizo un largo listado de envíos tras las PASO, en 2015, para hacerle lugar a los propios.

Algunos fueron frenados, a los de Macri, en 2019, Alberto Fernández y Cristina le cancelaron todos los ascensos y debieron volver al país, incluso con el plácet concedido como el caso del ex vicecanciller Gustavo Zlauvinen, uno de los principales expertos en armas y en organismos internacionales al que le frenaron la jefatura de la embajada en Austria, cuando ya había sido concedida y tramitada.

A Daniel Raimondi, el ex ministro Felipe Solá lo hizo volver de la OEA, a dos meses de haber llegado, para poner al ultracristinista Carlos Raimundi, que siempre se toma licencia en votaciones contra Venezuela y Nicaragua para evitar condenar a esos países.

Gustavo Martínez Pandiani, subsecretario América latina y Caribe, coordinador nacional de cumbres y hombre de Sergio Massa en el Ministerio, irá de embajador a Suiza.

Meses atrás, el Gobierno envió a Fernando Brun como embajador en Alemania. Es, como Atilio Berardi, un cuadro técnico de la Cancillería, especializado en asuntos comerciales. Berardi será embajador ante la Unión Europea, y reemplazará a Pablo Grispun, un embajador de origen radical, que saltó al kirchnerismo y ahora se alinea con el peronismo más tradicional.

Al enterarse de su reemplazo, el hijo de Bernardo Grinspun, el ex ministro de Economía de Raúl Alfonsín, le desató una guerra interna a Berardi.

Otros cambios antes de que la política meta su mano son el de Anta Tito, que trabaja en la embajada de Italia, y la mandarán al gran centro de promoción comercial de Miami. Hay quienes señalan que en la promoción interna intervino en su favor Luciana Tito, su hermana, jefa de Gabinete del Canciller.

A otro diplomático kirchnerista, Gonzalo Urriolabeitía -desplazado por Solá porque hablaba mal de él en Casa Rosada- lo mandaron de embajador a Egipto. Ana Laura Cachaza va de embajadora a Irlanda, y Mariano Jordan será el encargado de negocios a Irán, un puesto ultra sensible. Gustavo Coppa se va de embajador a Indonesia. Y Eduardo Tempone, que responde a Jorge Argüello, se hará cargo de la embajada en Japón. Emiliano Waiselfisz a Corea. Habrá más movimientos hasta las elecciones de octubre.

De la gestión Cambiemos hay al menos 15 embajadores senior -radicales y del PRO- que están en sus casas desde hace cuatro años. Felipe Solá los desplazó por el mero hecho de no ser K.

Pero el sistema está tan distorsionado por la Política que ninguno de ellos presta trabajos para el Estado. Están cobrando más de un millón de pesos al mes. Uno ni siquiera vive en esta capital. Pero el Gobierno ni les exige trabajo ni los quiso incorporar jamás.

De la gestión Cambiemos, Clarín sólo pudo encontrar que tienen trabajo activo Leopoldo Sahores, embajador en Pakistán; Marcia Levaggi, que abrió la sede en Senegal, y Mariano Vergara, embajador en Armenia.

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