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De Moderna a Pfizer: viene otra donación de vacunas, pero una idea que había pierde fuerza

Estados Unidos despachará 200 millones de dosis más y una parte será para Argentina. Mientras tanto, se juega la suerte de un plan que apoyaba el Gobierno y quedó en suspenso.

El 5 de mayo de 2021, acceder a las vacunas contra el coronavirus era aún para la mayoría de los países una misión complicada. Ese día, Joe Biden sorprendió al mundo cuando apoyó la liberación temporal de las patentes. A más de tres meses de aquella declaración, los hechos se encargaron de devolver a la senda de la previsibilidad al presidente de Estados Unidos.

En las últimas reuniones de la Organización Mundial de Comercio (OMC), ámbito en el que debe darse el debate, el tema no estuvo en la agenda. La Unión Europea impuso rápidamente su desacuerdo. En la discusión de mayo, el Gobierno argentino había mostrado públicamente su coincidencia con Biden.

Alberto Fernández argumentó entonces que la vacunas contra el Covid deben ser bienes públicos globales, con el objetivo de que todas las poblaciones tengan un acceso equitativo a este insumo y a las innovaciones médicas surgidas para hacer frente a la pandemia.

Así, Argentina apoyaba la propuesta presentada originalmente por Sudáfrica para suspender la protección de los derechos de propiedad intelectual de productos médicos, inclusive las vacunas contra el Covid. Fernández lo justificaba por la magnitud de la crisis sanitaria.

El presidente argentino dijo que todas las iniciativas que tuvieran por finalidad garantizar el acceso equitativo, promover la transferencia efectiva de tecnologías, incrementar las capacidades de producción local y la distribución oportuna de vacunas a nivel global, debían ser consideradas de forma inmediata.

Activistas en Alemania reclaman la suspensión de las patentes, el 14 de julio. Foto DPA

Activistas en Alemania reclaman la suspensión de las patentes, el 14 de julio. Foto DPA

Aunque Vladimir Putin y Emmanuel Macron apoyaron desde Rusia y Francia el “arrebato” de Biden, el impulso a la liberación de patentes pronto se enfrió. La canciller alemana, Angela Merkel, se opuso tras una dura declaración de Biontech -empresa asociada con Pfizer en la vacuna del Covid- y la Unión Europea propuso la alternativa de aumentar la producción de dosis para exportación.

El levantamiento de la prohibición en Estados Unidos de exportar vacunas o cualquier otro insumo para atender la pandemia -que imperó hasta junio- consolidó el cambio de rumbo. Pasaron los meses y la cuestión de las patentes dejó de alimentar la coyuntura. Sin nuevos reclamos sudamericanos, la quietud de las aguas pareció tener un consenso regional tácito.

Estados Unidos empezó a donar vacunas, costumbre que no abandonará por algún tiempo. “Hay otros 200 millones de vacunas de Pfizer, Moderna y Janssen para ser donadas antes de fin de año y habrá otros mil millones para 2022”, confiaron fuentes con vínculos en los laboratorios que proveen de stock a la administración Biden.

Para Estados Unidos, estas donaciones tienen un doble rol. Por un lado, promover un acceso mundial más igualitario a las vacunas, habida cuenta de que el fondo solidario Covax no ha logrado el resultado pretendido. Por otro lado, Biden logra darles sentido y destino a las dosis que el 30 por ciento de la población estadounidense rechaza, al no querer vacunarse.

Argentina ya ha probado las mieles de ese “altruismo”, al recibir la primera donación de 3,5 millones de vacunas de Moderna, la más grande hasta ahora hecha por Estados Unidos en el mundo. La próxima donación para los países sudamericanos se concretaría antes de fin de año.

Las primeras dosis arribadas en julio le han servido al Gobierno para mitigar la urgencia del déficit de segundas dosis de la Sputnik V, al combinar la vacuna rusa con la estadounidense. Fernández agradeció el gesto de Biden al emisario de la Casa Blanca Jake Sullivan, cuando hace pocos días estuvo en el país.

Jake Sullivan con el presidente Alberto Fernández, el 6 de agosto.

Jake Sullivan con el presidente Alberto Fernández, el 6 de agosto.

Dentro de la Unión Europea, España también ha decidido donar vacunas: en su caso fueron 750 mil dosis de AstraZeneca, luego de que decidiera no aplicarlas a menores de 40 años por haberse detectado algunos casos muy raros de trombosis.

Argentina por ahora no fue beneficiada con esos lotes: tendrán como destino Paraguay, Guatemala, Perú, Ecuador y Nicaragua, a través del mecanismo Covax. España prevé donar a la región, durante el verano boreal, un total de 6 millones de vacunas.

La próxima donación de Estados Unidos sería de dosis de Pfizer, su mayor stock disponible. No está claro si ese nuevo envío llegará antes de las primeras vacunas que Argentina recibirá por su contrato con el laboratorio. Un detalle al margen: Argentina y Pfizer firmaron una carta de intención para la compra de 20 millones de dosis y el contrato aún debe sellarse.

El escenario de mayo difería en todo del actual. Para Argentina, Pfizer era entonces poco menos que el “demonio” que pretendía quedarse con los bienes soberanos del país, mientras los laboratorios estadounidenses no entraban en el radar del Gobierno. El paradigma de la inmunidad nacional abrevaba con exclusividad del ruso, el chino o el de Oxford hecho en Garín.

Otro dato de la realidad que cambió en los últimos meses: la región ha podido acceder a la inmunización contra el Covid con menos obstáculos. La brecha entre el primer mundo y los países de ingresos medios ha dejado de ser pornográfica (lo sigue siendo con las naciones más pobres), más allá de que los niveles de inmunización sudamericanos, salvo excepciones como Chile y Uruguay, distan bastante de los estadounidenses o europeos.

Uruguay vacuna desde junio a menores de edad sin comorbilidades. Foto: Xinhua

Uruguay vacuna desde junio a menores de edad sin comorbilidades. Foto: Xinhua

Es a caballo de esa mejora en los índices de inmunización que los laboratorios justifican su lógica con respecto a las patentes: lo importante no es tanto quién fabrica la vacuna del Covid, sino que el mundo pueda acceder de forma “equitativa” en la emergencia.

Por otro lado, farmacéuticas como Pfizer o Moderna consideran que la producción de las vacunas de ARN mensajero, las más sofisticadas del mercado, serían sumamente difíciles de replicar fuera de los ámbitos en los que fueron creadas.

En la ardua ruta de acceso a la vacuna hay tres categorías de países: los que la pudieron fabricar rápido, los que la pueden fabricar lento; y los que no la pueden fabricar. Argentina se ubica en el segundo grupo: hay desarrollos científicos que avanzan, pero no han comenzado a probarse en humanos.

La declaración de Biden en apoyo a la liberación de patentes es un recuerdo algo desdibujado ya en este segundo semestre de 2021. De cara a fin de año, nuevas donaciones de vacunas tenderían a domar en el corral de los “regalos” aquel debate fogoneado en mayo.

Cualquier observador podría interpretar que el “altruismo” estadounidense y la discusión por las patentes van por cuerdas separadas. Sin embargo, que la población de los países más pobres esté mejor inmunizada hace a un lado -por lo visto- la demanda del uso comunitario de la propiedad intelectual.

El debate de fondo (quién fabrica las vacunas, quién las vende, quién las usa) se yergue como un horizonte sofisticado e improbable en medio de la emergencia sanitaria. Hoy, vacunar es evangelizar. Y el capitalismo de occidente busca, lo antes posible, recuperar la fisonomía de la que gozaba antes de la pandemia.

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