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Así es la estación ártica que mantiene conectados los satélites

La base de seguimiento más septentrional del mundo, situada en una isla noruega, es crucial para estudiar el cambio climático.

Dispuestas a lo largo de una meseta en una isla en el alto Ártico noruego, las 100 cúpulas geodésicas de la Estación Satelital Svalbard parecen hongos abstractos que brotan del paisaje nevado.

Desde fuera, parece estar sucediendo muy poco.

Pero cada cúpula alberga una antena parabólica que cobra vida durante el día y la noche, apuntando con precisión a los satélites a medida que se elevan por encima del horizonte y permaneciendo fija en ellos mientras cruzan el cielo.

La nieve, que puede degradar las señales de las ondas de radio que llegan a la antena dentro de su cúpula, debe limpiarse a menudo. Foto Anna Filipova para The New York Times.

La nieve, que puede degradar las señales de las ondas de radio que llegan a la antena dentro de su cúpula, debe limpiarse a menudo. Foto Anna Filipova para The New York Times.

En los minutos antes de que el satélite caiga por debajo del horizonte opuesto, se pueden enviar comandos de software y es casi seguro que se reciban datos.

SvalSat, como se le conoce a la estación, es un caballo de batalla crucial tras bastidores que apoya la investigación científica.

Ubicada a las afueras de la ciudad de Longyearbyen en el Archipiélago de Svalbard, está a 1290 kilómetros del Polo Norte, lo que la convierte en la estación satelital más septentrional del mundo.

También es una de las más grandes.

Las 100 antenas de la estación, algunas de hasta 13 metros de diámetro, rastrean más de 3500 pasajes diarios realizados por varios cientos de satélites, incluyendo muchos de observación de la Tierra que son esenciales para estudiar los impactos del cambio climático.

Entre ellos se encuentran los dos satélites activos de Landsat, el programa conjunto de la NASA y el Servicio Geológico de Estados Unidos que proporciona imágenes de glaciares que se encogen, bosques cambiantes, costas erosionadas y otros síntomas del calentamiento global.

SvalSat también rastrea muchos otros satélites, incluyendo los del programa Sentinel de la Agencia Espacial Europea, que es similar a Landsat, y la nave espacial Suomi NPP de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica, que mide las temperaturas de la superficie del mar, cuánta energía solar está siendo reflejada por la Tierra, y muchas otras variables relacionadas con el clima.

Orbitando

Estos y otros satélites de observación de la Tierra están en órbitas polares, dando vueltas de polo a polo aproximadamente cada hora y media.

Algunas de las órbitas están sincronizadas con el Sol, lo que significa que el satélite pasa sobre cada punto de la superficie al mismo tiempo en relación con el Sol.

Los satélites se conectan a más de una estación terrestre en el mundo para proporcionar cobertura durante sus órbitas completas.

Pero la ubicación en altas latitudes de SvalSat le da una ventaja sobre otros, dijo Maja-Stina Ekstedt, directora de la estación.

Debido a la rotación de la Tierra, una estación en el Ecuador, digamos, que podría haber estado alineada con la órbita de un satélite cuando éste cruzaba el polo, habría rotado muy al este, fuera de vista de la nave espacial, para cuando pasara arriba de ella.

Pero al estar a tan altas latitudes, SvalSat habría rotado relativamente poco, permaneciendo dentro del alcance.

La estación puede conectarse con un satélite en órbita polar en cada una de las 15 pasadas que normalmente hace todos los días.

“Eso es lo singular de Svalbard”, dijo Ekstedt.

“Podemos descargar datos y enviarle comandos cada vez que pasa”.

Una sala de control en Tromso, un puerto noruego a 800 kilómetros al sur que es hogar de Kongsberg Satellite Services, la empresa que administra SvalSat, también puede operar la estación.

Ekstedt administra un personal de unas 40 personas que operan las antenas y dan mantenimiento al equipo.

Si bien las cúpulas son transparentes a las ondas de radio, la nieve puede degradar las señales.

Así que en un lugar que tiene un promedio de 170 días con nieve al año, limpiar el exterior de las cúpulas es una tarea frecuente.

Ekstedt y su familia han vivido en Longyearbyen durante una década.

Y están trabajando en un lugar que juega un papel importante en el apoyo a la ciencia.

“Es realmente asombroso comprender de qué formas parte, cuando sabes para qué se utilizan todas estas imágenes y datos en el mundo”, dijo Ekstedt.

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