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África, atrapada en la maldición de los golpes de Estado

El continente suma más de 200 alzamientos desde las independencias, la mitad con éxito. Este año: Mali, Níger, Chad y Guinea.

El domingo pasado, Guinea se despertó con tiros y un retroceso de once años. Poco después de amanecer, cuando las tiendas de Conakry aún subían persianas, la capital se llenó de militares y en apenas unas horas el presidente Alpha Condé, más de una década en el poder, fue derrocado.

De un plumazo, la democracia conseguida tras 52 años de autocracia, sistema que rigió el país desde su independencia de Francia hasta el 2010, sucumbió a un puñado de díscolos de las fuerzas especiales que prometían devolver el poder al pueblo con un discurso sutil: “Guinea es bella, ya no necesitamos violarla más, solo necesitamos hacerle el amor”, dijo el nuevo líder, el teniente coronel Mamady Doumbouya.

La imagen del presidente guineano, de 83 años, detenido en un sofá del palacio presidencial con un gesto de incredulidad y resignación forma parte ya de las fotos icónicas en la extensa historia de golpes de Estado en África.

Ningún otro continente ha sufrido tantos levantamientos militares: desde finales de los años 50, se han producido más de 200 golpes de Estado y alrededor de la mitad consiguieron deponer al presidente en el cargo.

El coronel Mamady Doumbouya, en Gunea. Foto EFE

El coronel Mamady Doumbouya, en Gunea. Foto EFE

Pero las cosas habían cambiado. Tras la profusión de coups d’état con las independencias africanas —desde los años 60 y hasta finales de los 90 hubo una media de cuatro anuales con un porcentaje de éxito superior al 60%–, el continente había entrado en un periodo de estabilidad en el siglo XXI, con una media de dos golpes al año y menos de un tercio exitosos, además del viraje hacia la calma de países antaño turbulentos como Nigeria o Ghana.

Pero el equilibrio ha terminado. Solo este año se han producido otros tres alzamientos, en Mali, Níger y Chad.

Lo que viene

La tendencia genera inquietud y abre un interrogante gris: ¿los golpes están de vuelta en África?

El profesor de la Universidad Central de Florida, Jonathan Powell, que analiza los golpes de Estado en el mundo, no tiene dudas.

“Estamos ante un crecimiento significativo de golpes en África. No creo que lleguen a ser tan frecuentes como en los sesenta o setenta, pero sí estamos ante algo diferente de lo que el continente ha experimentado en los últimos diez años. Desde finales de 2014 al 2017, el continente no vio ni un solo golpe exitoso, parecía que dejábamos atrás la inestabilidad… pero ahora hemos visto un cambio”.

Robert Mugabe, derrocado en Zimbabwe. Foto AFP

Robert Mugabe, derrocado en Zimbabwe. Foto AFP

En cuatro años, líderes como Robert Mugabe en Zimbabue, Omar al Bashir en Sudán o Amadou Toumani Touré en Mali han sido derrocados por militares.

Para el analista e intelectual nigeriano Ademola Araoye, para encontrar la respuesta a la inestabilidad actual, hay que cambiar las preguntas.

“Si nos fijamos solo en los golpes militares, nos equivocamos de enfoque. La cuestión es ¿qué es democracia? Lo que está ocurriendo es consecuencia de la falta de legitimidad. Algunos líderes modifican la constitución para seguir en el poder, que es una versión civil del golpe de Estado. Y no importa si es un golpe civil o militar, un golpe de Estado es un golpe de Estado”.

Esa fue justo la raíz de lo ocurrido en Guinea, donde el descontento se disparó después de que Condé modificara la Carta Magna para acceder a un tercer mandato, que certificó en unas elecciones en octubre.

Fuerzas militares en Mali. Foto AFP

Fuerzas militares en Mali. Foto AFP

El líder guineano no fue el único. Desde el 2015, 13 gobiernos africanos ignoraron las restricciones de límite de mandato vigentes y cambiaron la constitución para mantenerse en el poder.

Pese a que el amor al trono no es nueva –la dinastía Bongo en Gabón suma 53 años en el poder y líderes eternos como Obiang en Guinea Ecuatorial y Museveni en Uganda 43 y 34 años respectivamente– hay un dato que apunta al uso de las instituciones para afianzarse en el sillón presidencial.

Según un estudio del think tank nigeriano SBM Intelligence, desde 1990 a 2021 se han celebrado 304 elecciones generales o presidenciales en África y solo en 25 de ellas ganó la oposición.

Si bien hay otras Áfricas –21 estados mantienen una limitación de dos mandatos y según el Índice de buena gobernanza Ibrahim Bo, ocho países obtienen más de un 6,5 sobre diez— para el director del Centro Africano de Estudios Estratégicos, Joseph Siegle, el deterioro del respeto a las normas democráticas en la última década ha desembocado en la inestabilidad actual.

Pero Siegle abre el abanico de responsabilidades y señala a Occidente. “Si bien los movimientos de algunos líderes para eludir los débiles controles y equilibrios del poder ejecutivo fueron recibidos con protestas a nivel nacional, fueron tolerados por la Unión Africana y otros órganos regionales. Fueron tolerados internacionalmente. Esto coincidió con un período en el que EE.UU., Europa y otros actores democráticos internacionales restaron prioridad a su apoyo al desarrollo democrático. Esta erosión de las normas democráticas fue una señal para los ejércitos africanos”.

A factores como el mal gobierno o la pobreza se suman ahora el colapso económico o sanitario Según Siegle, las pocas sanciones a los líderes golpistas de Mali en 2020, a pesar de haber derrocado a un gobierno democrático, “abrieron la puerta”.

“La condición principal que respalda un golpe –explica– es la percepción de que las normas democráticas no se defenderán a nivel regional o internacional. En otras palabras, los oficiales militares calculan que pueden salirse con la suya”.

Cambios

La tranquilidad del guineano Condé pese a estar rodeado de militares también se explica en este contexto. Si en los años 60 varios líderes derrocados fueron asesinados durante un coup d’état , el buen trato actual a muchos líderes depuestos, cuando no significa solo un cambio de piezas dentro del mismo régimen como Mugabe en Zimbabue, se engloba en ese intento de los golpistas de posibilitar la aceptación internacional.

No es el único cambio. A los factores históricos y comunes detrás de un levantamiento militar como la pobreza o la ineficacia gubernamental, se unen circunstancias novedosas como la inestabilidad por el avance del yihadismo, el descontento social por el impacto económico de la pandemia o una mayor distancia generacional entre la población y sus líderes.

El analista sudafricano Ryan Cummings, director de Signal Risk, añade el avance digital en un continente con una media de edad de 19 años. “Es clave una juventud más conectada, que usa las redes sociales para movilizarse y demandar sus derechos, (…) esta insatisfacción social con el status quo y contra gobiernos que dependen del ejército para mantener su poder, crea las condiciones ideales para un golpe”.

Al analizar los riesgos, los analistas coinciden en mirar al oeste. El aroma del coup d’état , opinan, sobrevuela países como Gambia, que ha sufrido un gran impacto económico por la covid y cuyo presidente perdió legitimidad tras aliarse hace unos días con su antecesor para las elecciones de diciembre, o sobre los países del Sahel, desestabilizados por el yihadismo. La maldición de los golpes amenaza de nuevo a África.

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