La semana que viene se abre un simposio sobre la condición de los sacerdotes en la Iglesia. Qué se discute.
Entre el jueves 17 y el sábado 19 de febrero, la gigantesca aula de las audiencias generales en el Vaticano albergará un simposio sobre la condición del sacerdote en la Iglesia, preparado desde hace un año y que promete ser “una profunda reflexión” que tratará también dos temas quemantes: los abusos sexuales y el celibato de los curas.
Dadas las dimensiones del aula Pablo VI, donde caben más de seis mil personas sentadas, hay que suponer que serán muchos los convocados, pero no se sabe hasta ahora quiénes son.
La organización, desde ya, viene de arriba. Está en manos de los titulares de varios “ministerios”. El principal personaje principal es el cardenal Marc Oullet, prefecto de los Obispos y hay otra media docena de cardenales. O sea que las riendas de control son cortas y bien verticales para evitar sorpresas.
El cardenal Oullet aclaró que “no se trata de un simposio sobre el celibato sacerdotal sino de una reflexión profunda sobre el sacerdocio partiendo de la vocación y la formación”, que incluirá la tragedia que vive la Iglesia desde aquel año 2000 cuando estallaron los escándalos de abusos sexuales a partir de la arquidiócesis de Boston, en Estados Unidos que se extendieron al resto del mundo.
Desde entonces la situación ha empeorado. El último escándalo es el de los mil casos descubiertos en una larga investigación en la Iglesia de Nueva Zelanda.
La teóloga Michelina Tenace, profesora de la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, dijo en el anuncio del simposio que la plaga de los abusos sexuales, que es la mayor fuente de crisis y desprestigio de la Iglesia, “hace más urgente volver a pensar en el discernimiento vocacional y la formación de los seminaristas”.
Denuncias y desprestigio
En realidad es mucho más que eso. Los escándalos en los que están involucrados no solo los sacerdotes han escalado hasta los obispos, arzobispos, cardenales y pontífices como el santo Juan Pablo II y su sucesor Benedicto XI, el Papa Ratzinger, que acaba de pedir perdón a las víctimas aunque niega haber cometido el infamante delito de proteger a culpables.
Esta es la peor acusación que reciben las jerarquías católicas. Haber encubierto los horrores protagonizados en primer lugar por sacerdotes para eludir los escándalos, haciendo pagar doblemente a las víctimas “por el bien del prestigio de la Iglesia”.
El Simposio es muy importante porque el Papa ha abierto desde el año pasado un camino sinodal que debe llevar en octubre de 2023 al llamado Sínodo de los Sínodos, que convocará en Roma a los obispos de todo el mundo.
El encuentro será puesto invocando las enseñanzas del Concilio Vaticano II (1962-65), aunque el cardenal Oullet reconoció que “lo que se hizo en el Concilio no entró en la vida y en la pastoral de la Iglesia”.
La reflexión profunda sobre la vida sacerdotal que se promete en el Simposio, es “reafirmar los trazos esenciales de la tradición católica y la identidad sacerdotal, liberándola de una cierta clericalización y de algunas incrustaciones históricas”, dijo la teóloga Tenace. “Ver al sacerdote en el cuadro global de la Iglesia podría hacer discutir pistas nuevas”, agregó.
Entre los tres filones principales se encuentra “Celibato, carisma y espiritualidad”. La cuestión de permitir que los curas puedan casarse y formar su propia familia se ha recalentado con la presión que viene del camino sinodal de dos años de la Iglesia alemana.
Hace unos días el 86% de los obispos y otros participantes votaron un documento en favor del celibato.
Choque con los conservadores
La decisión de los germanos representa un trago difícil para el Vaticano, casi una imposición. La reconocida habilidad de maniobra del Papa Francisco está puesta a una gran prueba, porque los alemanes, que representan una Iglesia en crisis, también quieren el sacerdocio de las mujeres, la apertura a los homosexuales y transexuales y otros frutos prohibidos en la doctrina católica.
El Papa argentino sufre el asedio de los sectores más conservadores de la Iglesia, sobre todo los que provienen de la Iglesia de Estados Unidos, que amenazan hasta con un cisma en caso de transgresiones abiertas a la tradición y la doctrina.
Los curas de la Iglesia forman un ejército de 415 mil sacerdotes en paulatina disminución, frente a un crecimiento de los fieles que desde 1970 se ha más que duplicado, pasando a 1.300 millones de bautizados.
El fenómeno es agudo en Europa y serio en América Latina.
Menos sacerdotes
En el seminario se prestará especial atención a la situación en Italia, bastión histórico del catolicismo y donde la autoridad principal directa es el propio Papa, obispo de Roma.
El clero de Italia envejece al parecer sin remedio. Los curas con más de 80 años eran el 4,3% en 1980 y han crecido al 16% en 2019. En cambio los sacerdotes menores de 40 años eran el 14% en 1990 y en 2019 se habían achicado al 10%.
La edad media de los diocesanos pasó así e 57 años en 1990 a los 61 años de 2019, mientras en los últimos 30 años han caído las vocaciones semivaciando los seminarios, salvo en Roma.
El resultado es la importación permanente de curas extranjeros.
Luciano Moia, del diario católico Avvenire, escribió que en Italia hay seis mil curas dispensados del sacerdocio que contrajeron matrimonio (hay más de 80 mil en todo el mundo).
Si se autorizara el celibato y un cuarto de ellos estuviera dispuesto a regresar, se recuperarían 1500 curas. “De los centenares de sacerdotes casados que conozco, la mayor parte estaría feliz de ser readmitida a pleno título, naturalmente en las condiciones conyugales y familiares en las que se encuentra”, escribió.
Una pregunta obligada es si el celibato es popular entre los curas. La impresión es que la gran mayoría está conforme con el estilo de vida actual. La Iglesia les garantiza hacerse cargo de ellos hasta la muerte en pensionados de sacerdotes.
De allí que la idea de aceptar la convivencia entre célibes y casados traerá menos problemas de los que se imaginan. Será interesante escuchar las opiniones en el Seminario que está por iniciarse.
El lugar de las mujeres
Otra vez, una cita importante de la Iglesia mostrará el cada vez más visible escándalo de la discriminación contra las mujeres.
Aunque estarán presentes teólogas y expertas, el tema de como subir al altar a las féminas, que son la mitad de la Iglesia, será planteado aún a nivel de diaconado.
La Iglesia sigue negándose a plantear abiertamente el problema, pese a que el prolongado sínodo de dos años en Alemania se lo recuerda.
Los germanos han votado un documento que auspicia la ordenación femenina. Y que urge al menos por la inmediata implantación del diaconado de las mujeres.
Homosexualidad
El cardenal luxemburgués Jean-Claude Hollerich, presidente de las Conferencias Episcopales mancomunadas en la Unión Europea, es también el relator general del Sínodo de Obispos de octubre de 2023, que debe hacer culminar el camino sinodal iniciado por el Papa desde el año pasado.
Hollerich pidió “una revisión fundamental de la doctrina” sobre la homosexualidad que considera errónea, el mismo día en que el cardenal de Munich Reinhard Marx reiteró que la Iglesia debía permitir que hombres de edad casados, los “viri probati”, puedan como en las primeras épocas cristianas, convertirse en sacerdotes para afrontar la falta de sacerdotes.
El Sínodo de la Amazonia (2019) incorporó en su documento conclusivo el tema de los “viri probati” y del diaconado femenino. El cardenal Hollerich reconoce que ambos temas pueden producir un cisma por parte de los sectores conservadores de la Iglesia.
Pero el documento definitivo que firma el Papa del Sínodo de la Amazonia, ambas audacias desaparecieron, lo que evidencia que el pontífice argentino está de acuerdo con su amigo jesuita Hollerich y también cree que los riesgos de un cisma lo convencieron de que ambas reformas, con las que Bergoglio está de acuerdo, eran prematuras.
Camino de apertura
Pero el camino sinodal alemán y el Sínodo de los Sínodos del Papa, quien el martes 17 inaugurará el Simposio del sacerdocio, se harán sentir en los tres días de debate en Roma sobre la condición del sacerdote.
Se trata de una gran oportunidad para mostrar que al menos se está en la decidida búsqueda del famoso “aggiornamiento”, la actualización en sentido reformista de las normas y los estilos de vida que hace que muchos protesten contra la llamada Iglesia Inmóvil.
Si pasara demasiado poco se cometería el pecado de las oportunidades perdidas.